Ángel Verdugo

Economía sin lágrimas

Ángel Verdugo

9 Dic, 2010

¿Y si tuviéremos que recortar al gasto? ¿Qué explicación daría el maestro Cordero?

Una de las cosas que más nos sorprenden —frente a la realidad que vive hoy el mundo— es la conducta casi autística del Presidente y el secretario de Hacienda y la del ejército de gastólatras —que desde hace decenios pululan entre nosotros— frente a la posibilidad, no tan remota, de tener que realizar recortes al gasto público.

¿Cuáles son las razones que explican este “encerrarse en sí mismos” de quienes no quieren ver una realidad que toca a nuestra puerta?

¿Por qué, ante lo que otros gobiernos llevan a cabo para enfrentar la debilidad de sus finanzas, nosotros ni siquiera mostramos disponibilidad para analizar posibles escenarios que redundarían en medidas similares?

¿Acaso los arriba señalados creen en la baratija ésa de “la fortaleza de nuestras finanzas públicas”?

 ¿En verdad creen que jamás nos veremos obligados a recortar el gasto público?

La debilidad estructural de nuestras finanzas públicas —derivada de la dependencia que tenemos de los ingresos del petróleo— se ha agudizado estos últimos años.

Hoy, ya se habla abiertamente de la caída sensible de los ingresos que provienen de esa fuente y se acepta, con una resignación casi cristiana, que no hay remedio posible para una debacle que parece ser inevitable.

Se acepta, con una pasividad que sorprende —dada la dimensión y profundidad de la tragedia que se gesta frente a nosotros—, que no sólo nada hay por hacer sino lo más grave, que nada se debe hacer pues el tratamiento que le damos al petróleo y a Pemex, está grabado en piedra; es algo intocable, y ni pensar en modificarlo.

Como un ejercicio meramente especulativo, pensemos por un momento que los ingresos del erario a lo largo de 2011 son menores a los proyectados en la Ley de Ingresos; ¿cuál sería la conducta de los que hoy hablan, con voz engolada, de “la fortaleza de nuestras finanzas públicas”?

¿Con qué argumentos se presentaría el secretario de Hacienda ante los gastólatras por excelencia —los 628 integrantes del Congreso de la Unión—, para comunicarles la inevitabilidad de aplicar recortes en el gasto?

¿Cómo reaccionarían —diputados y senadores— ante la cruda realidad que algunos ven como muy probable a mediano plazo, en el mejor de los casos?

¿Qué dirían en el Ejecutivo y en ambas cámaras del Congreso?

¿Aceptarían de buena gana los recortes en un año decisivo para las aspiraciones de algunos a la candidatura a la Presidencia?

¿Qué programas y qué estados sufrirían los recortes más elevados? 

Al margen de las respuestas a las preguntas anteriores y a decenas más del mismo tipo, hay una pregunta que deberemos hacernos llegado ese momento: ¿dónde quedó “la fortaleza de nuestras finanzas públicas”?, ¿qué fue de ella?

Ese día, lo primero a lamentar sería —sin duda— esa falta de previsión por la renuencia a prepararnos para la peor de las situaciones; ¿tener previsto un “plan B” ante tal eventualidad? Imposible, somos mexicanos y todo nos sale bien.

La realidad, sépanlo los pesimistas, no tiene más opción que comportarse como deciden el Ejecutivo y el Congreso; lo contrario o algo diferente, sería una herejía.

Sin embargo, nada me gustaría más que ver los desfiguros del maestro Cordero para tratar de justificar los tan temidos recortes. ¡Qué bonito país!