Enrique Castillo-Pesado

Ficción financiera

Enrique Castillo-Pesado

8 Jun, 2013

¿Resort con Ipad de oro en Dubái?; los donantes españoles desean recuperar el yate del rey Juan Carlos, y Gerardo Gutiérrez Candiani y las sinergias

Dubái está consolidando su fama no sólo como lugar turístico sino como imán para artistas y celebridades en busca de ese más allá que ofrece el emirato. No hay nadie que quiera perderse una copa en el edificio más alto del mundo o hacer compras en el centro comercial más grande de todo el planeta. Ambos están en Dubái. Pero incluso cuando no es el destino final, hay posibilidades de que su superaeropuerto se convierta en punto de encuentro para pasajeros. Es lo que le sucedió el pasado domingo al actor neozelandés Russell Crowe.

El protagonista de Gladiador hacía escala con destino a Roma cuando se cruzó con la actriz australiana Cate Blanchett, tal como más tarde relató en su propia cuenta de Twitter. Es una pena que ninguno de los dos dispusiera del tiempo para pasar una noche en la Ciudad de los Sueños, porque justamente ese día uno de sus hoteles emblemáticos, el Buri al Arab, ponía en marcha su última excentricidad local para hacerse con titulares. El hotel, que se anuncia como ¡único de siete estrellas del mundo!, ofrece a sus clientes un iPad recubierto de oro de 24 kilates para que lo utilicen a voluntad durante su estancia o, ¿para que lo desaparezcan? Hablo del mundo de los millonarios.

Además del famoso logo de la manzana, las tabletas que reciben los huéspedes tienen en su superficie el emblema del hotel, la caligrafía árabe de su nombre en forma de vela, como la silueta del edificio que lo alberga y que sigue siendo uno de los más bonitos de Dubái. Y otro punto: para justificar el gasto, los iPads vienen cargados con un software que permite una “experiencia interactiva para el cliente”. O sea que ofrece la misma información que hasta ahora se podía consultar en el directorio en papel de las habitaciones, o directamente al conserje: los datos prácticos sobre los restaurantes y servicios privados de comidas, el horario de las cuatro piscinas que hay en el edificio o la disponibilidad del helicóptero para el traslado del aeropuerto.

No está claro si este conserje virtual pretende remplazar a los humanos que, perfectamente uniformados y con guantes blancos, atienden a los afortunados clientes que tienen la posibilidad de, por lo menos, pagar los mil 400 euros que, según la página web del hotel, costaba ayer su habitación más sencilla: una espectacular suite con “magnífica vista panorámica de océanos” y ni más ni menos que 170 metros cuadrados de superficie.

El hotel ha presentado su iPad de oro como “lo último en accesorios de lujo” y, sin duda, con un precio de siete mil euros, el diseño de Gold&Co (empresa que también recubre de oro otros productos) es tan lujoso como superfluo. Sólo en esta parte del mundo podría alguien tener una idea semejante. Precedentes no faltan. Hace algunos años, el pomposo hotel Emiratos, en el vecino emirato de Abu Dhabi, instaló una máquina expendedora de oro. Y aunque el boom de la época en que crecía la burbuja inmobiliaria y financiera ha quedado atrás, el espíritu de hacer posible lo imposible permanece; de hecho ya se ha anunciado un proyecto para ¡construir un hotel bajo el agua al que será preciso llegar en submarino! ¡Gulp! Sea como fuere, Dubái ha logrado que su imagen se asocie con la idea de lujo y buen vivir, aunque también cuenta con sus cloacas. A Russell Crowe y a Cate Blanchett, que no visitaron el hotel, les queda el consuelo de que, en cualquier caso, la golosa tableta hay que devolverla cuando se paga la factura antes de salir de Burj al Arab. Y quien haya visto el control que hay en la entrada del recinto, sabe que es complicado irse sin ser visto.

Los donantes del “Fortuna” piden recuperar el yate

“La donación del Fortuna fue una donación finalista, para uso del rey Juan Carlos y la familia real”, explicó uno de los financieros y hoteleros de Baleares que en 2000 regalaron el yate a Su Majestad a través de la Fundación Turística y Cultural (Fundatur). Los patronos donantes de esa fundación, creada expresamente para recaudar fondos necesarios y ofrecer el obsequio al Monarca, solicitaron que se les devuelva el bien que cedieron una vez que don Juan Carlos ha renunciado a usarlo. La Casa del Rey anunció a los empresarios que el rey dejaba de usar su nave poco antes de que la noticia se hiciera pública en una breve carta al presidente de Patrimonio Nacional, José Rodríguez Spiteri —que medió en la recepción del barco; ahora ya cedido al Estado—, la presidenta de Fundatur, Carmen Matutes, solicita el retorno del Fortuna “a los activos de la fundación”. La vicepresidenta del Gobierno, Soraya Saénz de Santamaría, al saber que el monarca no iba a utilizar más el yate; había anunciado que se le daría el “uso más rentable y eficiente”. ¿Se querría pasar de lista?

Por unanimidad, los donantes reclamaron en su patronato que se dé marcha atrás a la desafección del bien. Reclaman la posesión del obsequio, que nació en la que ha sido la mayor operación colectiva de mecenazgo privado de Baleares. Cada uno de los potentados aportó 600 mil euros hasta los más de 18 millones que costó armar el barco. El Gobierno de Baleares (mmm… y miembros de Fundatur, porque abonó 2.7 millones a la colecta), había alabado la decisión de don Juan Carlos de abandonar el yate. Por sus aportaciones, las empresas y financieros recibieron (en su día) las exenciones fiscales que establecía la ley, según confirmó uno de los letrados que intervinieron en las negociaciones con el gobierno central.

¿Los regalos de regalos?

El rey, consumado navegante, recibió aquel regalo privado, un yate de 41.5 metros de eslora y uno de los más veloces del mundo, en sustitución del anterior Fortuna (obsequio en 1979, del rey Fahd de Arabia Saudí, que fue desguazado, tras comentar el monarca: “¡Ya es un cuatro latas, el pobre!”). Los empresarios de Baleares, sector turístico en su mayoría, quisieron mostrarle a don Juan Carlos su agradecimiento por su
vínculo con Baleares y por la contribución de la familia real al prestigio turístico de las islas.

Juan Carlos de Borbón renunció al yate por razones de imagen y austeridad en tiempos de penuria sociales. Llenar los depósitos de carburantes para sus motores turbina Rolls Royce costaba más de 20 mil euros. En sus salidas, el Fortuna era escoltado por una unidad de la Armada, una lancha de la Guardia Civil y a veces un helicóptero. “El yate es un poco nuestro y de aquí de Baleares. Existe por nuestra voluntad”, detalló uno de los mecenas. La cadena de donantes lo montaron especialmente hoteleros del entorno de confianza del monarca: Gabriel Escarrer, de Meliá Hoteles; Gabriel Barceló, de Barcélo Hoteles; el editor Pedro Serra, de Última Hora, así como José Francisco de Corrado, un hombre de La Caixa y Micro Bank, antes ligado al patrimonio Nacional.

“Un regalo es un regalo y quien lo posee hace con él lo que quiere”, habían comentado otros dos mecenas, que ahora dan marcha atrás. Financieros bien relacionados también con el rey construyeron la causa inicial: los hermanos March, de Banca March; los hermanos Fluxá, del grupo Iberostar-Camper; la caja Sa Nostra; el Crédito Balear; La Caixa Solotur; Air Europa, de Juan José Hidalgo; los hermanos Riu, de Riu Hoteles; Gonzalo Pascual y Gerardo Díaz Ferrán, Spanair Marsans; Miguel Ramis, de Grupotel; Jordi Roselló -Roxa, de Blau Hotels; Abel Matutes, de Fiesta-Palladium Hoteles; Piñero, de Soltur; Carillo, de Hoteles Globales; el impresor Pep García; el comerciante Antonio Fontanet; el industrial alemán Klaus Graff, de Teka y Puerto Portals, o el hotelero Miquel Vicens. La empresa editora de la revista Hola, Perfumes Puig —ligada a las regatas de la Copa del Rey y al patrocinio de los veleros de las infantas—, así como Freixenet, se sumaron a la colecta para construirla nave en Cádiz. En los 90 creció la moda de poseer barcos rutilantes entre los reyes del pelotazo Javier de la Rosa, con el Blue Legend, y Mario Conde, con el Alejandra. La Zarzuela rechazó el regalo de una nueva nave parte de Mario Conde, aquel Fortuna no nato se llamó Corona del Mar y lo adquirió una empresaria gallega. Ahora se vende por una décima parte de su costo, un millón y medio, porque tuvo una gran avería.

La visión de Gutiérrez Candiani

“Ante el escenario de menor dinamismo económico que enfrenta México urgen sinergias entre el sector privado y el gobierno, así como la aprobación de proyectos productivos multianuales que eviten subejercicios en el gasto público”, apuntó el visionario Gerardo Gutiérrez Candiani, presidente del Consejo Coordinador Empresarial (CCE). Indicó que se debe romper con el comportamiento cíclico de los últimos diez años, en los que 20% de la inversión fiscal del sector público se ejerció hasta el último mes del año. “En caso de invitación pública es primordial establecer programas multianuales que aseguren el flujo continuo de recursos para proyectos productivos, evitando los subejercicios”, aseveró en su mensaje semanal. Y hasta la próxima, ¡abur!