Fausto Barajas

Fausto Barajas

1 Jul, 2014

Las carreteras, una buena apuesta a la infraestructura

La inversión en infraestructura es uno de los principales instrumentos de política pública con el que cuentan los gobiernos para impulsar el desarrollo económico. En México, durante los últimos años se ha posicionado como un tema importante en la agenda nacional, muestra de ello fue el Programa Nacional de Infraestructura 2007-2012, que por primera vez planteó de forma integral la visión, las estrategias y los proyectos para desarrollar este sector de forma competitiva para el país.

Con el PNI 2007-2012 se elevó la inversión en infraestructura, al pasar de niveles de 3% del PIB, antes de 2007, a niveles de 5% a lo largo de la vigencia del programa, logrando grandes avances en los diferentes sectores del ramo, como la construcción de 23 mil kilómetros de carreteras.

En abril pasado, se presentó el PNI 2014-2018, con el que se busca mantener a la infraestructura como uno de los temas prioritarios en la agenda nacional. Su continuidad es de gran relevancia para el país, porque es el camino para llevar a mejores niveles de vida a los mexicanos, tiene impactos positivos de corto y largo plazo; en el caso de las carreteras se crean empleos directos durante la fase de planeación de los proyectos, durante el periodo de su construcción e incluso después para asegurar una operación óptima de las mismas.

Pero el impacto del desarrollo de infraestructura carretera va más allá de la generación de empleo, ya que incide en la toma de decisiones de los individuos y por lo tanto en la dinámica económica de las regiones. Muestra de ello son algunas carreteras que se realizaron en el sexenio pasado.

Por ejemplo, al realizar un viaje saliendo de la Ciudad de México para llegar a Mazatlán y regresar pasando por Durango, Zacatecas y San Luis Potosí, se hace un recorrido sobre carreteras de altas especificaciones que permiten circular a velocidades mayores de 90 km/hr en condiciones de seguridad y confort para el usuario.

Del trayecto de más de dos mil kilómetros, uno de cada tres fue construido o modernizado entre 2007 y 2012, para lo que se destinaron más de 35 mil millones de pesos con fuentes de financiamiento público y privado, que se destinaron a obras como la Tepic-Villa Unión, Durango-Zacatecas, Zacatecas-San Luis Potosí y por supuesto la autopista Mazatlán-Durango.

Ésta última, la obra más emblemática por su complejidad ingenieril, con 61 túneles y 115 puentes en una longitud de 230 kilómetros se convierte en sí misma en un atractivo turístico.

La autopista Durango-Mazatlán, que permite reducir el tiempo de recorrido de seis a sólo dos horas y media en automóviles y de doce a sólo cuatro horas en camiones de carga hoy ya beneficia al sector turístico de Sinaloa y de los estados del norte del país al permitir una mayor movilidad en la región. Por otro lado, la carretera permite transitar el corredor carretero Mazatlán-Matamoros en sólo 12 horas, con lo que la dinámica logística para los siguientes años transformará la interacción económica en la región norte del país.

La apuesta por la infraestructura implica retos para su ejecución, uno de ellos es el asegurar el financiamiento de las obras, en el caso de la Durango-Mazatlán, la creación del Fondo Nacional de Infraestructura en 2008 aseguró estos recursos y permitió que la obra prácticamente se concluyera en 2012 y no en 2050 como habría sido de haberla realizado con un esquema de obra pública tradicional.

En otros casos, utilizando el esquema de obra pública tradicional, también se pudo acelerar la realización de obras importantes como la Campeche-Mérida, La Paz-Los Cabos, Villa Hermosa-Escárcega, entre otras en las que de forma coordinada con la Cámara de Diputados se presupuestaron recursos públicos para avanzar de forma contundente y concluir las obras, dejando atrás la estrategia de presupuestos inerciales.

Están los caminos trazados para seguir avanzando en el desarrollo carretero de México, en un lustro esperamos poder transitar en nuevas carreteas que transformen la dinámica económica de regiones como la conclusión de la segunda etapa de la carretera Oaxaca-Puerto Escondido y la Oaxaca-Istmo en la región sur del país o la Cardel-Poza Rica y la Tuxpan-Tampico en el Golfo de México. Tareas que demandarán acciones comprometidas y exitosas del sector privado, la sociedad y el gobierno en sus tres niveles, en especial el federal.

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