Ángel Verdugo

Economía sin lágrimas

Ángel Verdugo

21 Ago, 2014

Ante tanto anuncio espectacular, mucho bien nos haría un poco de escepticismo

La avalancha de anuncios espectaculares, lejos de amainar, se intensificó; los gasoductos de cientos de millones de dólares rivalizan con las centrales de generación eléctrica de montos similares e incluso mayores. Nada los detienen, ni las frases de prudencia del presidente Peña Nieto. El afán de quedar bien con él de dos o tres funcionarios, es incontenible.

¿A qué se atienen cuando hacen este tipo de anuncios? ¿Acaso saben que cuando esos proyectos no entren en operación en las fechas que dicen, ya no estarán al frente de las dependencias que dirigen?

Cientos de miles de empleos se ven en el horizonte luminoso que hizo posible la Reforma Energética; ¿por qué no lo supimos antes? ¿Por qué no nos dimos cuenta del torrente de dólares que llegaría? ¿Imagina usted dónde estaríamos hoy? ¡En los cuernos de la Luna, cuando muy cerca!

La euforia que nubla el pensamiento y reduce la capacidad de análisis —y acaba con la obligada objetividad— anda suelta, sin control; se mueve a sus anchas, sin respetar límite alguno y, pobre de aquel que se atreva a poner en duda los beneficios que están ahí, ¡ya!, a la vuelta de la esquina.

Sin embargo, al revisar la letra chiquita de los anuncios aparece el escepticismo. ¿Acaso la experiencia acumulada durante tantos años de incumplimiento de fechas de terminación de obras de infraestructura, nada nos ha enseñado? ¿Quién en su sano juicio aceptaría hoy, que la fecha de entrada en operación de ésta o aquella obra será realidad?

¿Usted, sabedor de lo que somos capaces, aceptaría convencido que cuando le dijeren que éste o aquel gasoducto entrará en operación en abril del año 2017, efectivamente ese mes empezará a operar? Posiblemente en Suecia y Noruega, o en Canadá y Estados Unidos así sean las cosas, pero aquí, ¡imposible!

¿Acaso informaron los anunciantes, que los derechos de vía necesarios, estaban listos? ¿Es posible que no se vaya a presentar retraso alguno en el fallo respectivo debido a las impugnaciones, a las que son afectos nuestros constructores? ¿Todo marchará entonces, como la miel sobre las hojuelas? Como diría el clásico, ¡sí, Chuy!

Si conocemos cómo masca la iguana en materia de fechas de entrega y entrada en operación de las obras de infraestructura en México, ¿por qué entonces la urgencia de anunciar un proyecto que se licitará en tres o cuatro meses? ¿Qué se busca obtener con esta serie de anuncios con tanta premura? ¿Acaso, como afirman los mal pensados, es no permitir que decaiga el optimismo?

¿Acaso no han pensado en las consecuencias de la decepción que resultaría, si las obras anunciadas para entrar en operación en el año 2017 y 2018 no se concretaren para las fechas anunciadas? ¿Ya olvidaron lo que sucedió con los recibos más chiquitos de la luz y el gas? ¿Por qué no hacemos las cosas con madurez y prudencia? ¿Por qué atropellarse para anunciar lo que aún no está debidamente armado?

Sin el menor de los ánimos por echar a perder el estado de ánimo que la Reforma Energética ha generado, pienso que mucho bien nos haría tomar los anuncios de éstas o aquellas inversiones con una buena dosis de escepticismo.

Las desilusiones no son buenas, tanto en el amor como en los anuncios de obras de infraestructura; cuidado con ellas, pues.

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