Pedro Alonso

Consejería

Pedro Alonso

9 Sep, 2014

Escocia

En una de las primeras Consejerías de este año hice un recuento de las cosas que podrían suceder durante el año. La mayor parte de ellas eran eventos que por su naturaleza sabíamos que iban a ocurrir, incluso con fechas y algunos detalles. Pero lo que no sabíamos eran las consecuencias derivadas de dichos eventos, lo que siempre invita a la reflexión y a la especulación.

En aquella columna, la del 7 de enero pasado, mencioné que en septiembre tendríamos un evento singular, que por sus características podía derivar en otros de la misma naturaleza en varias partes del mundo. Me refería al referéndum en el que los ciudadanos de Escocia votarían para que su país dejara de ser un miembro del Reino Unido, o permanezca en esa condición, en la que ha estado por los pasados 307 años.

Septiembre ya está aquí y la fecha del referéndum es el próximo jueves 18 de este mes. Yo no sé si usted, amigo lector, haya sido testigo interesado en un proceso de este tipo, pero yo no, por una variedad de causas que no vienen al caso revisar, pero ahora tengo la oportunidad de presenciar uno que, independientemente de su importancia intrínseca, me parece que para quienes no estamos directamente involucrados en ello, es por lo menos, como escribí en el segundo párrafo, un suceso singular.

Me atrevo a calificarlo de esta manera porque estamos ante la posibilidad de ver el nacimiento de un nuevo país y aunque esto no ocurra —en el caso que los escoceses votaran mayoritariamente por la opción del “NO”—, el proceso en sí mismo es muy importante y las consecuencias tanto para el Reino Unido como para el resto del mundo también lo son.

Porque no es casual que esta misma condición se esté presentando cada vez con mayor intensidad en España, con relación a Cataluña, o que en Canadá los habitantes de la región de Quebec no desistan en sus afanes secesionistas. Y considerando lo convulso de las relaciones políticas en el planeta y el  recrudecimiento de los conflictos geopolíticos, que de una u otra forma involucran posiciones separatistas y el debilitamiento del concepto del Estado —sobre lo que escribí hace pocas semanas—, creo que es destacable y aleccionador que una decisión como la que está por tomarse en Escocia se ejecute a partir de un proceso de votación democrática.

Más allá de los motivos nacionalistas que los escoceses tengan para haber planteado esta situación —que es uno de los compromisos fundacionales del Partido Nacionalista de Escocia, en el poder desde 2011, con una mayoría parlamentaria sin precedente— y de la mecánica a través de la que se llegó a ello, en el actual gobierno del Reino Unido, encabezado por David Cameron, la instrumentación en su caso, de la independencia de Escocia es un asunto complicado y complejo por múltiples motivos. Tan es así, que en el caso que la mayoría votara por la opción “SÍ”, la ejecución de la decisión se ha planteado —tentativamente— para marzo de 2016.

Si un divorcio entre dos personas, por más civilizado que pueda ser —raramente lo son— es, al menos en México, una serie de trámites burocráticos complicados, además de las negociaciones entre las partes, imaginemos lo que supone la separación entre dos países, no menores por cierto. La negociación de los términos de la separación política y económica debe ser de terror. Desde luego, habría que existir una nueva Constitución, con lo que ello significa para todos los temas legales.

Además, en este caso hay un tercer involucrado: la Unión Europea (UE). Escocia es parte de la UE en tanto que es parte del Reino Unido (junto con Inglaterra, Irlanda y Gales), por lo que la pregunta es, en caso de una separación: ¿Escocia seguiría formando parte de la UE?, para lo que no hay repuesta, dado que no existe precedente.

Y nada más a modo de “muestra” de las complejidades de esta condición, habría que pensar si Escocia mantendría como moneda a la libra esterlina o adoptaría al euro. De esta situación derivarían otras, como el cambio físico de moneda —que no es cosa trivial—, en caso que Escocia se independizara, se mantuviera (¿?) dentro de la UE, con el euro como moneda… o si decidiese quedarse en la órbita de la libra, o…

El tema excede por mucho a este espacio y además de interesante, es apasionante. Y lo mejor es que es realidad y está aquí y ahora. Sólo faltan unos días para el referéndum y, por el momento, el “SÍ” va por delante en las encuestas. Creo que en los próximos días regresaré a esta historia. Suerte.

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