Alicia Salgado

Cuenta corriente

Alicia Salgado

17 Abr, 2015

¡China entró a jugar vencidas!

WASHINGTON.— El Fondo Monetario Internacional no apoyará ninguna negociación con Grecia que incluya retraso o incumplimiento en sus compromisos de pagos. La decisión es firme y no posibilita ningún arreglo de reestructura o reprofiling si no lo avalan sus acreedores y éstos no cuentan con la garantía de que hay un programa de estabilización sujeto a fechas de cumplimiento y resultados.

En pocas palabras, el sistema financiero, independientemente de lo que diga la Asamblea de Naciones Unidas, no acepta que un país “avanzado” deje de pagar sus deudas. Podrá haber reprofiling o recalendarización, siempre y cuando se someta a un programa similar al que estableció Portugal o Irlanda. Ambos ya repagaron su deuda, e iniciaron los programas en las mismas fechas de Grecia, pero con resultados distintos.

Al igual que México, implementaron cambios fiscales en su momento que les permitieron dejar atrás la crisis, y también sus gobiernos se enfrentaron al cambio y la presión política.

Dejar de pagar, reducir el monto de los pagos implicará el Grexit, y Estados Unidos sabe que sería una situación que retrasaría seguramente la posibilidad de iniciar la normalización monetaria en ese país.

¿Qué está siendo negociado con Grecia? Un plan supervisado por el FMI para reformar el sistema de pensiones, apertura de la competencia, revisión de la estructura de registro estadístico, solvencia de instituciones bancarias y especialmente, la integración de una entidad tributaria autónoma, que realmente cobre impuestos a todos los griegos, ricos y en general, a todo el sector informal que se estima supera 56 por ciento de la economía.

Hay muchos rumores sobre lo que ha platicado Lagarde con Varoufakis, que provocaron el enojo de alemanes y demás europeos porque éste último deslizó que estaría de acuerdo con un retraso de pagos.

La verdad es que Christine fue directa —e inusualmente ruda— al rechazar las que calificó como “propuestas de ultimo minuto” que pretenden sortear la difícil tarea de convencer a todos los acreedores del país de establecer un mecanismo claro de repago de la deuda, pagos que sólo pueden proceder de impuestos. Es así de simple. México puso los ingresos petroleros para ello y antes levantó la tasa del IVA.

Por lo pronto, el tema griego está permitiendo que la atención no se centre en el “huracán financiero” que representa la petición formal, realizada ayer por la mañana, a la señora Lagarde, para iniciar la desdolarización de la canasta de monedas del FMI.

Ayer Li Keqiang, primer ministro de China, solicitó formalmente (ya no con palabras o editoriales) ante el Fondo Monetario Internacional (FMI), discutir la incorporación del renminbi para finales de este año, a los Derechos Especiales de Giro (DEG).

Desde que en la época de Nixon el DEG se desligó del oro, la composición de la canasta de monedas se ha mantenido casi igual: el dólar estadunidense conserva 42% de la cartera y se le considera la moneda de reserva por excelencia (convertible con todas), seguido por el euro con 37.4%, la libra esterlina con 11.3% y, finalmente, el yen japonés con 9.4 por ciento.

Pero en enero, el renminbi en se convirtió en la 5ª moneda más utilizada en las transacciones globales, pero el monto ha superado al euro. Es la segunda en peso global.

China está vendiendo deuda estadunidense a Japón, su moneda se ha apreciado ocho por ciento durante la actual coyuntura y,  por primera vez,  el número de bancos que operan con esta moneda rebasó los diez mil en el SWIFT.

Hay mucho que contar, pero la más importante es que la revisión de la canasta de monedas en el FMI se tiene prevista por estatuto cada cinco años, y justo en diciembre se cumplen. A diferencia de la reforma de voto y gobierno, no requiere de 85 por ciento del voto de la membresía sino de 70 por ciento (si el gobierno de Estados Unidos la veta, no le alcanza para bloquearla, por lo que tendría que mover a otros para hacerlo) y, hasta Gran Bretaña, parece que la está apoyando.

En este contexto, las paridades y relaciones comerciales están modificando la relevancia que pueda tener el FMI como prestamista de última instancia y el dólar estadunidense como moneda de cambio universal y reserva.

Es el principal desafío real, externo, que tiene el Congreso de Estados Unidos al veto de  la reforma al FMI, porque en ausencia de un mecanismo que subraye la fortaleza e integralidad del sistema donde el dólar es el rey, se puede apuntalar más la decisión de conformar un banco multilateral asiático con monedas asiáticas lidereadas por el yuan y, con ello, iniciar la fragmentación del sistema por regiones y monedas, sin canastas coordinadas.

Ésa es la visión que Lawrence Summers puso sobre la mesa la semana pasada en el Financial Times y que hoy, en el marco precedente de las reuniones de primavera, subraya la urgencia de la reforma al FMI si es que Estados Unidos quieren mantener al dólar como la moneda de intercambio en el comercio mundial.

Lagarde confirmó la petición China, y subrayó la condición: apertura de la cuenta de capitales completa y libre convertibilidad y flexibilidad cambiaria (algo que el peso mexicano tiene pues es la sexta moneda más negociada para fines de cobertura y la 12ª en términos de comercio mundial).

En este escenario, la reunión del FMI que hoy provocó que saliera el sol y dejara de llover en la capital estadunidense puede ser el inicio de un gran cambio en las reglas del juego sentadas desde la década de los 70, y evidentemente Agustín Carstens, gobernador del Banco de México, calificado como uno de los personajes más respetados y con credibilidad en la comunidad financiera global, tiene un rol central que jugar, porque incluso la invitación que le hizo Lipton y Blanchard para hablar de controles de capital en el rethinking, tenía una explicación.

No en balde subrayó que el acuerdo de liberalizar la cuenta de capital llegó para quedarse y no está a discusión qué tanto es tantito. ¡China entró a jugar vencidas!

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