José Manuel Suárez-Mier

José Manuel Suárez-Mier

José Manuel Suárez-Mier

3 Jul, 2015

Grecia, teatro del absurdo

Alexis Tsipras decidió brincar al vacío al convocar a un referéndum sobre el plan de ajuste que él mismo había negociado e  incitar a la población a votar en contra. Los griegos decidirán sobre una propuesta que fue retirada por la Unión Europea (UE) el martes pasado, que de hecho había muerto cuando Tsipras abandonó las negociaciones.

Es una reacción automática de los populistas recurrir al voto “del pueblo” en lugar de actuar con la legitimidad que el plebiscito popular les confirió apenas hace seis meses, cuando eligió un gobierno esquizofrénico y extremista, lo mismo con neofascistas que comunistas, pero en esta ocasión los griegos pierden, independientemente de cómo voten el domingo.

El gobierno se vio obligado a suspender pagos de su deuda con el FMI y a imponer controles de capitales que limitan severamente la cantidad de euros que los griegos pueden retirar de los bancos, después de una sangría terrible de muchos meses que fue posible sólo con el financiamiento del Banco Central Europeo, que ya no les prestará más.

Pierden si votan “sí” pues aunque tienen la opción —aunque no la certidumbre— de permanecer en el euro, el gobierno caerá y será necesario convocar a elecciones, con la consecuentes incertidumbre, y el nuevo gobierno tendrá que iniciar pláticas con el resto de la UE y el FMI, que seguro  impondrán condiciones más severas dado el ambiente envenenado que prevalece

Pierden si votan “no” pues ello conllevaría a la inmediata salida de Grecia del euro,  adoptar  una nueva moneda, que seguramente se devaluará precipitadamente, con la consecuente inflación y depresión de los salarios de los griegos, y con una montaña impagable de deudas, ahora en una moneda extranjera, lo que exigirá generar superávit externos enormes y costosos.

El surrealismo de todo este teatro es notable: a pesar del abandono de Tsipras de la negociación con los gobiernos de los países de la UE y el FMI y de su activa campaña para que sus conciudadanos voten contra el arreglo, el martes pasado, cuándo su país ya estaba en default técnico con el FMI y había adoptado controles de cambios generalizados y cerrado los bancos hasta después del domingo, envió una propuesta a sus acreedores flexibilizando sus exigencias.

Nadie entiende al gobierno populista de Grecia con estas maniobras, a todas luces contradictorias y con un altísimo costo para su credibilidad, pero algunos observadores especulan que como su secretario de Hacienda, el pintoresco Janis Varoufakis, está aplicando la teoría de juegos, instrumento académico de la economía del que se dice experto, que pretende determinar la mejor solución en  negociaciones en la que los participantes no saben lo que harán los demás.

Pero el premier griego cambió una vez más de opinión y el miércoles por la tarde denunció que “fuerzas reaccionarías extremas —refiriéndose, uno supone, a quienes ahora apela para que salven a su país de la debacle financiera— estaban chantajeando a su pueblo, forzando a que los bancos cerraran porque su  gobierno le dio la oportunidad al pueblo de opinar.”

Frecuentemente se pinta a los alemanes, y en especial a su jefe de gobierno Angela Merkel, como los verdugos de los pobres griegos exigiendo que adopten medidas de austeridad que ya han llevado a una pérdida de 25% del poder adquisitivo de la población y a un desempleo también del 25%, que en la juventud está por encima de 50%.

El problema de Grecia  es mucho peor: desde su ingreso a la zona del euro los griegos vieron sus tasas de interés caer a niveles nunca vistos, lo que de pronto hizo posible que se endeudaran y pudieran vivir muy por encima de sus posibilidades durante más de tres lustros con dinero ajeno.

Mi pronóstico es que, independientemente de cómo voten los griegos el domingo, la abominada “austeridad” llegó para quedarse porque con o sin euro, con o sin arreglo con la UE, nadie en el mundo está dispuesto a seguirles prestando para que vivan como ricos, inclusive por encima del nivel los  esforzados y productivos alemanes.

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