Opinión del experto

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6 Jul, 2015

Construyendo el futuro de la productividad

Por José Ángel Gurría y Luis Videgaray Caso*

La productividad, motor fundamental del crecimiento de la economía mundial, se ha desacelerado. A pesar del dinamismo de las economías emergentes, en las próximas décadas el crecimiento mundial se verá limitado por el envejecimiento de la población, un menor número de jóvenes incoporándose a la fuerza laboral y una convergencia de logros educativos en las economías de la OCDE. En este contexto, la reactivación de la productividad es un desafío fundamental. Un mayor crecimiento de la productividad es esencial para hacer frente a los efectos de la presión demográfica sobre el gasto público, para superar la pérdida de competitividad por salarios crecientes que aflige a muchas economías emergentes y para fomentar una nueva era de sostenibilidad que reduzca en forma drástica nuestro impacto sobre el medio ambiente.

Un nuevo estudio de la OCDE hace hincapié en la necesidad de revivir la “máquina de difusión del conocimiento”, tanto al interior como entre los países, y a hacer un mejor uso del talento humano. ¿Qué entendemos por “máquina de difusión”? En la última década, la principal causa de la desaceleración de la productividad no ha sido una disminución de la capacidad innovadora de las empresas más avanzadas a nivel mundial, sino un menor ritmo con el que las innovaciones se extienden a toda la economía. Existe una brecha cada vez mayor entre las empresas globales que operan en la frontera de la tecnología y el resto, especialmente en el sector servicios. La evidencia de la OCDE muestra que, en la década pasada, la productividad de las empresas líderes en la industria manufacturera creció 3% más rápidamente que en otras empresas de ese sector, y en el sector servicios la brecha aumentó en 5%. Tal situación será aún más grave a medida que el peso de los servicios en nuestras economías siga aumentando.

La evidencia también apunta a una falta de correspondencia entre las habilidades demandadas y las existentes. Alrededor de una cuarta parte de los trabajadores de las economías de la OCDE señalan la existencia de una brecha entre las competencias de las que disponen y las requeridas para realizar su trabajo. Permitir una asignación más eficaz del talento humano, a través de políticas que faciliten una mejor correspondencia entre habilidades y empleos, aumentaría la productividad y reduciría la desigualdad. En varios países, un mejor uso del talento humano podría impulsar la productividad del trabajo hasta en diez por ciento.

Revivir la máquina de difusión del conocimiento y hacer un mejor uso del talento también mejoraría la calidad del crecimiento al hacerlo más inclusivo. En tanto que una mayor productividad es una condición necesaria —aunque no suficiente— para alcanzar mejores condiciones de vida, el aumento de la productividad de las empresas rezagadas, a través de una mejor difusión y una mayor adecuación entre empleos y habilidades, conduciría a una distribución salarial más equitativa. Por otra parte, la inversión en habilidades que complementen los avances tecnológicos, así como la oferta de una red de seguridad incluyente —que suba a todos a bordo— haría de la productividad y la innovación la marea creciente que eleve todos los barcos.

Una difusión más eficaz del conocimiento depende principalmente de acciones en cuatro áreas. En primer lugar, de interconexiones globales más extensas a través del comercio, la inversión extranjera directa, la participación en las cadenas globales de valor y la movilidad internacional de mano de obra calificada. En segundo lugar, de la experimentación con nuevas tecnologías y modelos de negocio —especialmente dando espacio a nuevas empresas— y la salida ordenada y natural de empresas fallidas. Tercero, un mejor uso de recursos escasos, permitiendo al trabajo, al capital y a las habilidades fluir a las empresas más productivas. En cuarto lugar, absorber, adaptarse y aprovechar las ventajas que ofrecen las nuevas tecnologías a través de la inversión en innovación —incluida la investigación y el desarrollo—, las habilidades y los conocimientos de la organización.

Es particularmente importante asegurarse de que los trabajadores tengan la capacidad de aprender nuevas habilidades, aprovechar a plenitud la economía digital y adaptarse a las nuevas tecnologías y condiciones de trabajo. La OCDE ha analizado la productividad durante años, asesorando a los gobiernos sobre políticas para impulsar la innovación y promover la difusión de la productividad para generar un crecimiento inclusivo. Ahora, la OCDE y México hacen un llamado a que adoptemos un esfuerzo renovado y colectivo para poner a la productividad en el centro de los esfuerzos hacia un crecimiento fuerte, sostenible e integrador.

Al mismo tiempo, es importante que los países continúen sus esfuerzos por construir mercados de servicios, productos y factores más competitivos, a fin de promover una asignación más eficiente de su capital físico y humano. La reciente experiencia de México demuestra que es posible alcanzar los consensos políticos necesarios para adoptar reformas de gran alcance que eliminen las barreras estructurales al crecimiento de la productividad. Tales reformas pueden complementarse con un marco institucional que incorpore un enfoque en elevar la productividad en el diseño e implementación de políticas públicas. Con ello en mente, recientemente México aprobó una Ley de Productividad y Competitividad, que instruye al gobierno federal a adoptar medidas concretas para aumentar la productividad, con la participación activa —a través del Comité Nacional de Productividad— del sector privado, trabajadores e instituciones académicas.

México —sede del primer Diálogo Global sobre el Futuro de la Productividad, con el apoyo y la participación del presidente Enrique Peña Nieto— y la OCDE y sus países miembros trabajan en la creación de una red de productividad, a través de la cual gobiernos y expertos profundicen en la comprensión de políticas destinadas a elevar la productividad y la inclusión en todo el mundo. Se trata de un esfuerzo conjunto para aprovechar las experiencias de cada país en beneficio de todos ellos. Esto no sólo permitirá a los países comprender mejor los factores estructurales y de políticas que inciden en la productividad, sino también mejorar el diseño de las instituciones que buscan promover una mayor productividad y compartir sus beneficios más ampliamente.

* José Ángel Gurría es secretario general de la OCDE y Luis Videgaray Caso es secretario de Hacienda y Crédito Público de México.

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