Carlos Velázquez

Veranda

Carlos Velázquez

26 Nov, 2015

¿Llegó el momento de invertir menos en los principales destinos?

En las últimas semanas, Rodolfo López Negrete, director general del Consejo de Promoción Turística de México (CPTM), ha escuchado un argumento similar en varias regiones del país.

Ahora que no es exagerado pensar en un incremento de más de 20% en los fondos para los convenios cooperativos de promoción de los destinos mexicanos en los mercados nacionales, surge una reflexión aparentemente lógica aunque inconsistente.

Ésta dice que los destinos que ya han logrado un volumen importante de viajeros pueden seguir creciendo solos, por lo que sería importante dirigir la promoción hacia otros destinos menos desarrollados.

Otra vertiente de esta forma de pensar señala que, incluso, esto sería tanto como impulsar la justicia social, para resolver problemas de subdesarrollo y de pobreza.

Bajo esa lógica algunos de los destinos más relevantes del planeta, como Nueva York, Las Vegas y Londres, prácticamente deberían dejar de hacer promoción, pues todos ellos han alcanzado la madurez y están consolidados. Sin embargo, lo que sucede en términos prácticos es lo contrario.

Desde hace años Las Vegas invierte más de 200 millones de dólares anuales en promoción, una cifra que ha ido creciendo en la medida en que llegan más viajeros.

En un ambiente de gran competencia, como la que vive el turismo en el mundo, ningún destino puede bajar la guardia; en realidad, el reto es cómo hacer más cada vez más con presupuestos que aumentan aunque sea marginalmente.

El problema de querer apoyar el desarrollo de los destinos a través de la promoción, remite a los fundamentos de la mercadotecnia. Si no hay un producto que vender, promoverlo sería tanto como tirar el dinero a la basura. Las condiciones para que un destino reciba recursos crecientes para la promoción por parte del CPTM, deberían ser primero que hubiera un producto atractivo; segundo, que contara con una oferta razonable de hospedaje y, tercero, que tuviera la conectividad aérea y terrestre para llegar.

Sin embargo, hay muchas poblaciones que, por tener un paisaje interesante, una cascada o un inmueble de valor histórico, ya consideran que deben ser promovidos.

La historia demuestra que dichos proyectos están condenados al fracaso, pues la promoción es un arma de “una sola bala” y, si se desperdicia, difícilmente habrá otra oportunidad.

Es cierto, como lo dijo Francisco Madrid, cuando recibió hace unas semanas el Premio al Mérito Turístico del Consejo Nacional Empresarial Turístico (CNET), que la necesidad de crecer y de combatir la pobreza son dos razones de Estado para desarrollar nuevos destinos. Así como sucedió con Cancún y Los Cabos, el gobierno federal debería hacer inversiones relevantes para terminar la carretera de Oaxaca a Huatulco o para fortalecer la seguridad y la infraestructura terrestre en Ixtapa Zihuatanejo. También para alentar a los particulares a invertir, pues nada puede reemplazar el empuje de los empresarios para desarrollar un producto competitivo.

Entonces sí el CPTM podría pensar en diversificar más el destino de sus recursos para la promoción; pues quitarle ahora dinero a las opciones ganadoras sería “quemar la pólvora e infiernitos”.

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