Ángel Verdugo

Economía sin lágrimas

Ángel Verdugo

11 Feb, 2021

¿Ganaremos todos los pleitos?

Frente a la inclinación casi obsesiva de pelear por el simple placer de pelear, el Presidente acumula un rosario interminable de pleitos o diferendos si lo prefiere, con un buen número de mexicanos y algunas empresas las cuales, de acuerdo con los parámetros del SAT, son calificadas como grandes contribuyentes.

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También, para no hacerlas menos, se ha lanzado en contra de empresas extranjeras —españolas fundamentalmente— las cuales, de manera prudente han permanecido en silencio sin refutar las mentiras del Presidente y sus acusaciones, carentes en la casi totalidad de los casos, de fundamento alguno.

Al Presidente, por razones que no alcanzo a comprender, estos enfrentamientos parecen gustarle y habría que reconocer, de atenernos a su lenguaje corporal, que los disfruta a plenitud. El estado permanente de conflicto, con blancos cuyo poder es muy pequeño frente al que ostenta el Presidente, es hoy —después de más de dos años de golpear a sus adversarios, reales o inventados—, la característica de su gobernación.

Ante la falta de obras y logros concretos de índole diversa para presumir, el elemento que ante los ojos de todo el mundo identificaría a este gobierno sería, sin duda alguna, los pleitos con todos por todo. El verbo por excelencia que practica el Presidente, es pelear, haya motivos o no para esa conducta.

A esta situación a la cual ya estamos acostumbrados, en las últimas semanas el Presidente ha enfocado sus baterías en contra de quien lo supera, con mucho, en poder e influencia: el gobierno de Estados Unidos y su presidente. La sorpresa y preocupación de quienes siguen el desempeño del gobierno actual, ha sido mayúscula. El salto cuántico en cuanto a la fuerza y poder del nuevo adversario frente al de nuestro gobernante, deja ver un cálculo carente de lógica y seriedad de parte nuestra, por las consecuencias que traería.

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Lo visto a partir de este lunes, cuando el Presidente reanudó sus actividades, lejos de llevarnos a albergar una ligera esperanza de rectificación de su rijosidad, las preocupaciones subieron de tono. Una pregunta las sintetiza: ¿Acaso piensa que siempre ganará todo pleito que emprende?

Algo que parece dejar de lado nuestro gobernante, es que a medida que el tiempo avanza y no ofrece resultados tangibles de su gobernación y sí, por el contrario, los problemas se agravan y la recuperación de la economía se aleja cada vez más, su debilidad aumenta. Su imaginada fuerza —magnificada por sus cercanos a contrapelo de la realidad, dadas las dimensiones de nuestro país—, siempre ha sido una ilusión, tanto en lo económico como en lo político.

Hoy, la única certeza es aquélla que nos dice, que muy pronto vamos a empezar a morder el polvo de la derrota en varios frentes debido, entre otras razones, a tanto pleito emprendido y lo absurdo de la casi totalidad de ellos.

¿Aprenderá nuestro gobernante de las derrotas que va a sufrir? ¿Rectificará como consecuencia del fracaso del programa de vacunación, por ejemplo? ¿Entenderá la importancia de los cambios de la nueva gobernación en Estados Unidos?

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¿Qué nos esperaría para los próximos meses, de no rectificar?

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