Ángel Verdugo

Economía sin lágrimas

Ángel Verdugo

7 Ene, 2021

¿No hay alguien ahí que sepa de números?

Uno de los efectos positivos —poco advertidos— de la apertura de las economías y la incorporación consecuente a la globalidad, es la obligación no escrita para todo gobernante y/o funcionario de tener que soportar sus afirmaciones con cifras, las cuales demostrarían la veracidad de sus aseveraciones.

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Antes, el discurso oficial estaba plagado de afirmaciones sin sentido y nula relación con la realidad que ese país y sus habitantes padecían y enfrentaban, las más de las veces con una pasividad casi cristiana. Quienes recuerden cómo era el discurso oficial —en los tres órdenes de gobierno— en el México de economía cerrada, alejado conscientemente de las grandes transformaciones registradas en el mundo desde principios de los años cincuenta del siglo pasado, estarán de acuerdo conmigo en que al menos, en materia del discurso, las cosas han cambiado aun cuando sea un poco.

Hoy, inadvertidamente y poco a poco desde fines de 1987, conceptos como Inflación, Producto Interno Bruto (PIB), déficit de las finanzas públicas, saldo de la Balanza Comercial e Inversión Extranjera Directa, entre otros, son parte ya del discurso de quienes todavía hace poco no se les caía de la boca la Revolución Mexicana, la justicia social y la democracia.

Por otra parte, mencionar esos conceptos y otros de igual importancia obliga, para quien lo hace, a dar cifras que soportarían sus aseveraciones. Esto conlleva, para el gobernante y sus funcionarios, la obligación de tener un mínimo conocimiento de economía y cierta destreza en el manejo de cifras y porcentajes.

Hoy, con este gobierno, esto parece ser una herejía; tanto el gobernante como sus funcionarios afirman poseer otros datos los cuales, al existir únicamente en la verborrea del declarante, sólo hacen el ridículo pues además de exhibirse como ignorantes, dejan ver que son mentirosos contumaces. Lo acepten o no, están imposibilitados de soportar sus aseveraciones las cuales, además de mentiras flagrantes, caen en lo pueril por no decir en lo estúpido.

Entiendo que el gobernante, no así sus funcionarios, podría ser un desconocedor de materias especializadas como la economía y otros temas específicos; esto no impediría que los funcionarios designados para esas áreas de la administración pública fueren especialistas experimentados y capaces para, en determinado momento, ofrecer las explicaciones obligadas dada la ignorancia evidente del gobernante.

Sin embargo, esto último es algo normal en cualquier gobierno en la época actual; sin embargo, aquí las cosas rayan en la insania. El gobernante gusta y goza de lanzar cifras sin sustento y lo peor, sin lógica y menos relación alguna con la realidad del país y del gobierno que encabeza.

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Ante esta forma bizarra de informar del gobernante, pregunto: ¿No hay entre sus funcionarios, dos o tres que sepan de cifras y porcentajes y puedan ofrecer una explicación clara, lógica y veraz de lo que su jefe comenta sin conocimiento alguno? De no haberlos, ¿por qué no los contratan? ¿Para no evidenciar la ignorancia del gobernante la cual, es la comidilla diaria y burla obligada de colaboradores y seguidores?

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