Ángel Verdugo

Economía sin lágrimas

Ángel Verdugo

14 Ene, 2021

¿Qué hará cuando queden los puros huesos?

A estas alturas, nadie debería ignorar que la intención del Presidente es dejar la estructura del sector público federal en los puros huesos; nada lo detiene en su intención de sacrificar todo y a todos, en aras de seguir dilapidando los escasos recursos del erario en programas clientelar-electoreros y en los tres grandes desatinos ante los cuales, por lo que vemos, no hay fuerza capaz de detenerlo en esas dos insensateces.

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¿Cuánto tiempo podría seguir este despilfarro el cual, dadas las condiciones actuales y las que se pronostican para los próximos 18-24 meses, es casi criminal? ¿Acaso, como parecen indicar las decisiones del Presidente, este proceso lo mantendría indefinidamente? Sin embargo, ¿quién, con un mínimo conocimiento del desempeño de toda economía abierta, aceptaría eso como viable?

Ante dos años de caída de nuestra economía, una peligrosa tendencia decreciente se ha arraigado; ante ella y sus efectos, ¿cómo pensar siquiera que el despilfarro de cientos de miles de millones de pesos por año podría mantenerse? Los datos no permiten albergar una mínima esperanza; la caída del PIB se ha traducido, diga lo que diga el Presidente, en una captación menor de recursos y en la imposibilidad de regresar —en uno o dos años—, a los niveles de PIB/Cápita que alcanzamos el año 2018.

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Si bien a mediados del año 2023 quizás recuperemos los empleos formales perdidos y parte de los informales, hay un hecho inocultable: Durante los años 2020, 2021 y 2022, más de 2.5 millones de mexicanos —que a pesar de haber llegado a la edad requerida para incorporarse a los mercados laborales—, no encontrarán empleo.

A esta tragedia, sin duda histórica, deberemos agregarle los efectos negativos de la pandemia los cuales, desde hace casi un año enfrentamos sin éxito alguno. La incapacidad del gobierno federal, no sólo para enfrentarla sino también para entender y aceptar su magnitud y gravedad y actuar en consecuencia, ha causado decenas de miles de fallecimientos de los cuales, una buena parte —de haber hecho las cosas correctas— no habría muerto.

Por encima de lo anterior, la necedad del gobernante frente a esa tragedia, no sólo no da señales de rectificación sino por el contrario, ha ratificado la decisión de seguir por la ruta equivocada.

Para darle una imagen de factibilidad a su gobernación desquiciada, el Presidente ha vaciado fondos creados hace años para eventualidades que no se han presentado; la decisión de tomar esos recursos para dilapidarlos en programas electoreros, carece de lógica y sin embargo, él ha continuado reduciendo presupuestos de algunas áreas del sector público las cuales, debieron haber sido fortalecidas no debilitadas.

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¿Habrá un límite a esta conducta, fuera de toda cordura? A la fecha, no se ve indicio alguno que permitiría albergar la menor esperanza de corrección, menos la decisión de actuar con sensatez y prudencia. ¿Se detendrá el Presidente cuando la estructura del sector público esté en los huesos y nada haya que recortar, o contratará deuda para mantener sus locuras clientelares con la mente puesta en el año 2024 y la sucesión presidencial?

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