Ángel Verdugo

Economía sin lágrimas

Ángel Verdugo

5 Ene, 2021

¿Ya sintió los primeros efectos de la realidad?

 

Por una razón u otra, los últimos días de diciembre y los primeros de enero nos llevan, inadvertidamente, a ignorar la realidad o pretender que ésta no existe. Creemos —con fervor religioso— que nuestras deudas han desaparecido, que el empleo estará ahí por siempre y que todo problema de salud ha sido resuelto. Sin embargo, esas ilusiones pronto se esfuman para dar paso a la dura realidad.

De entrada, nuestras deudas no sólo no desaparecen, sino que el saldo vigente de las mismas —la noticia llega con el primer estado de cuenta del año— ha aumentado.

También, llegan rumores que anuncian, como consecuencia de la situación económica creada por la pandemia y por la pésima conducción de la economía por parte de este gobierno, que en la empresa donde prestamos nuestros servicios habrá un fuerte recorte de personal.

Como resultado de lo anterior, el nivel de glucosa aumenta y los problemas con la presión se exacerban. Es en este momento cuando sería de gran utilidad recordar nuestra conducta durante las últimas tres semanas del año que terminó: alegría infundada, gastos superfluos y las dos cenas familiares de rigor (24 y 31 de diciembre).

La realidad, esa acompañante sempiterna, aparece en todo su esplendor por encima de la fealdad que para muchos es la  característica que la identifica.

Al margen de si esta última apreciación es objetiva o no, todos aceptamos, sin chistar, que la realidad es fea o, cuando menos, nada bonita.

Al margen de nuestra calificación al respecto, hay una característica de ella que no podemos ignorar: la realidad es omnipresente. Si bien para quienes son religiosos este adjetivo lo reservan para Dios, yo diría —con el debido respeto— que lo único omnipresente es la Realidad (sí, con mayúscula). Si estuviéramos de acuerdo en esto último, preguntaría: ¿por qué entonces tantos intentamos ignorarla? 

¿Qué explica esta conducta? ¿Acaso es el miedo —en algunos casos pánico— a enfrentarla? ¿Por qué la renuencia a entender y a aceptar que la situación que enfrentamos es resultado de nuestros actos, no de la mala suerte o de algún “trabajo” de brujería?

Por otra parte, una vez que, a regañadientes, debemos aceptar que lo que enfrentamos es nuestra obra, nos sentamos a esperar el milagro; éste puede ir desde acertar al Melate o “sacarnos la Lotería”, pasando por el nombramiento en algún alto puesto de algún compadre y, también, en no pocos casos, dedicarnos a actividades ilíticas por la desesperación, o al menos así nos justificamos.

El rechazo a la realidad es parte de nuestra forma de ver la vida, de victimizarnos siempre, antes de aceptar que lo que nos pasa es, finalmente, nuestra responsabilidad por ser lo que somos y ser como somos. No hay truco en esta conducta de hacer a un lado la realidad; sabemos que la fiesta y las fórmulas políticamente correctas, por no decir hipócritas, jamás reemplazarán la mínima autocrítica.

 

  • Hoy, 5 de enero, ya debimos empezar a sentir los primeros efectos de la presencia de la realidad. De no ser así, a disfrutar mañana la noche de Reyes y a partir de este jueves, como solía decir El Cuervito Zamora: ¡Agárrate, Genoveva, que vamos a cabalgar!

 

 

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