Carlos Velázquez

Veranda

Carlos Velázquez

23 Oct, 2023

Fiesta Inn, ¿dónde quedó su promesa de valor?

No hace tanto tiempo que Grupo Posadas, que dirige José Carlos Azcárraga, lanzó aquella campaña de “Fiesta Inn, hoteles business class”, cuya promesa de valor era ofrecer un hospedaje confortable y eficiente para quienes viajan por negocios.

Hace algún tiempo que no me hospedaba en estos hoteles y, por una desafortunada casualidad, en las últimas dos semanas me alojé en dos establecimientos de esa marca.

No pretendo generalizar, pero es significativo que, en ambos, el primero ubicado en Chetumal, Quintana Roo, y el segundo en Chihuahua, Chihuahua, haya encontrado problemas que, por decirlo suavemente, contravienen aquella promesa de valor.

En Chetumal, debajo del mostrador, había un letrero de la Procuraduría del Consumidor prohibiendo la comercialización de ciertos paquetes de servicios, debido a que, a través de ellos, estaban engañando a los clientes.

Al subir a la habitación, del que durante muchos años se ha ostentado como el mejor hotel de la plaza, nos encontramos con muebles viejos, sábanas con hoyos y un sistema de entretenimiento propio de cuando Televisa era “el dueño del tiempo libre de los mexicanos”.

Esto es, sin acceso a internet ni la posibilidad de enlazarse con las plataformas.

Al día siguiente el servicio de desayuno fue patético, un bufete limitado y con la novedad de que no había platos suficientes, así es que las opciones eran esperar 20 minutos o comer unos huevos fríos en el platito del café.

Al Fiesta Inn de Chetumal le hace falta inversión y mucho trabajo, pero supuse que esto era consecuencia de la falta de competencia en la capital del estado turístico más importante de América Latina, cuya vocación burocrática no es atractiva para las marcas de hospedaje de lujo.

Una semana después viajé a Chihuahua en este tercer fin de semana de octubre, cuando los Juegos de la Anáhuac saturaron la ciudad y, sin tocarse el corazón, el Fiesta Inn elevó sus tarifas de mostrador de tres mil a 11 mil pesos. Así es esto de la ley de la oferta y la demanda.

Pero luego resultó que, con el hotel al 100%, sólo servía un elevador, algo que me recordó la última vez que estuve en Cuba y tuve que hacer cola para bajar por el ascensor del piso 11 de un hotel Meliá en La Habana.

El escritorio de mi “junior suite” estaba roto y desvencijado y debajo de la cama se asomaban lo hilachos de un tambor, que se doblaba como una hamaca.

El internet se movía con lentitud y mi esposa acusó problemas de falta de limpieza, con un ojo clínico que parece el de un bacteriólogo francés.

Cuando hablé con la gerente en turno, me explicó con amabilidad que sus tarifas son variables, o sea que revenue management funciona como relojito.

Pero también aceptó que llevan un tiempo pidiéndole a la fibra, no sabía cuál es la propietaria, que invierta siquiera para reparar el elevador, pero que no lo han conseguido.

Además, me informó que el de Chihuahua fue el primer Fiesta Inn de México, un valor que por lo visto Grupo Posadas ha decidido honrar dejándolo igualito que el primer día, pero el tiempo pasa y es implacable, vale la pena recordar.

Mi maestro Luis Enrique Mercado, q.e.p.d,, decía que un periodista nunca debía escribir sobre sus experiencias personales, a menos de que fueran de interés público.

Grupo Posadas es una empresa que cotiza en Bolsa y no debería faltar a la promesa de valor de sus marcas, menos si se trata de una que ha sido tan popular como Fiesta Inn.

Síguenos en Twitter @DineroEnImagen y Facebook, o visita nuestro canal de YouTube