José Manuel Suárez-Mier

José Manuel Suárez-Mier

José Manuel Suárez-Mier

18 Jun, 2021

“Verdificar” todo saldrá muy caro

Las absurdas propuestas de encomendar a los bancos centrales combatir el calentamiento global mediante la “verdificación” del sistema financiero, que he tratado en esta columna en las últimas entregas, se extienden a todo el aparato productivo, lo que, de lograrse, traería una debacle.

La alharaca verde se basa en premisas falsas que, a pesar de reiterar que sus conclusiones provienen “de lo que nos dice la ciencia”, es una engañifa: preguntar a los científicos qué hay que hacer para mantener el calentamiento por debajo de una meta imposible los fuerza a proponer absurdos.

Por ejemplo, Joe Biden anunció que “apoyará la demanda del mercado” de vehículos eléctricos (VEs) “impulsándola” con “incentivos en puntos de venta” para “alentar su despliegue”. Dicho en cristiano, se trata de manipular mercados con subsidios para bajar el precio lo suficiente para poder fabricar el volumen de VEs que el gobierno desea.

Biden también quiere 15 mil millones de dólares para construir medio millón de estaciones para cargar los VEs, ignorando que cuando la venta de vehículos se triplicó en la década de 1920 para llegar a 23 millones, sin subsidios, el sector privado construyó gasolinerías suficientes sin apoyo público. Hoy, el gobierno le regala 7,500 dólares al comprador del VE, lo que puede duplicarse con apoyos estatales. ¿Quién se beneficia de estas dádivas? Los ricos, pues sólo uno por ciento de estas ayudas llegó a hogares con ingresos menores a 50 mil dólares anuales. Al cancelarse los subsidios, la demanda se derrumba, como ocurrió en Georgia en 90 por ciento.

Los números correctos de la baja en contaminantes por usar VEs esfuman su virtud, pues las grandes baterías que usan vienen de China, producidas con uso intensivo de carbón. Su fabricación genera 25% de los gases que producirá un auto normal en toda su vida útil.

El catastrofismo climático ignora los enormes avances de la humanidad en casi todos los ámbitos en las décadas recientes, gracias al acelerado crecimiento económico conseguido, en buena medida, debido a energía abundante y barata.

De no hacer nada para atenuar el cambio climático, su reducción en crecimiento económico sería de 3.6% del PIB global, lo que incluye los costos de tormentas más fuertes, muertes adicionales por olas de calor, pérdida de humedales costeros y obras de protección por la elevación del nivel del mar.

Esto significa que, en lugar de que los ingresos promedio por habitante aumenten en 450% en el presente siglo, lo harían “sólo” en 434% para 2100, lo cual es serio, pero lejos de ser catastrófico. (Björn Lomborg, False Alarm: How Climate Change Panic Costs Us Trillions, Hurts the Poor and Fails to Fix the Planet, Basic Books, 2020).

Como lo afirmó el Panel de la ONU sobre Cambio Climático recientemente:

“Para la mayoría de los sectores económicos, el impacto del cambio climático será   pequeño relativo al impacto de otras causas, como cambios en el perfil demográfico, ingresos, tecnología, precios relativos, estilos de vida, regulación gubernamental, gobernanza y otros aspectos del desarrollo socioeconómico”.

Combatir el cambio climático a lo tonto, como lo hacen los países que tratan de cumplir con sus compromisos en el Acuerdo de París, saldrá muy caro y puede estancar el crecimiento económico global, que es el ingrediente esencial para mejorar el nivel de vida de la humanidad.

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El autor es consultor en economía y estrategia en Washington, D.C. y catedrático en universidades de México (ITAM) y Estados Unidos (Georgetown y American)

 

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