Pobre Pemex, en manos de ineptos

El plan del presidente de la República, Andrés Manuel López Obrador, para rescatar a Pemex no gustó a los mercados, porque sencillamente no resuelve ni el excesivo endeudamiento de la empresa ni la caída en la producción de hidrocarburos.

El gobierno no tiene el diagnóstico real y los recursos que se inyectarán a la empresa son insuficientes.

Es verdad que la situación de Pemex no es culpa de este gobierno y que Petróleos Mexicanos viene siendo un foco rojo para el país cuando menos desde el sexenio pasado; pero sí es su culpa un mal diagnóstico y pensar que todos los problemas de la paraestatal se resuelven inyectándole dinero.

El primer lugar, Andrés Manuel López  Obrador nombró como director de la empresa a un incapaz y como director de finanzas a un inepto; en segundo, insiste en mantener los vicios sindicales con su líder Carlos Romero Deschamps al frente y, en tercero, desecha la reforma energética de Enrique Peña Nieto, uno de cuyos propósitos es precisamente sacar a Pemex del atolladero.

Meterle más dinero a la empresa no resuelve los problemas estructurales de la misma y en realidad es tanto como meterle dinero bueno al malo.

Pemex tiene poca tecnología, insuficiente infraestructura, una gestión empresarial de quinta, mucho personal y excesiva deuda, y es claro que la empresa no tiene forma de hacer frente a las exigencias del nuevo mercado energético mundial.

Para acabarla de amolar, la obligan a construir una refinería en la que se perderá dinero, porque la refinación no es negocio y con ello se forma el cuadro completo del desastre que es y que será Pemex.

Meterle dinero a Pemex es tanto como tirarlo a la basura, porque sus pérdidas serán crecientes y es sólo cuestión de tiempo para que la deuda de la empresa pierda el grado de inversión y arrastre en su caída la deuda soberana del país.

El Presidente de la República no quiere reconocer que la quema de combustibles fósiles ya es una cosa del pasado; ignora que la refinación no es negocio, que para que funcione su refinería tendrá que importar petróleo ligero y que insistir en quemar carbón en la otra empresa del sector energético, la Comisión Federal de Electricidad (CFE); en lugar de comprar energías limpias conduce al país a un desastre ecológico y financiero.

En el pasado, las grandes crisis económicas del país estallaron por gobiernos irresponsables que gastaron más de lo que ingresaban; ahora, la gran crisis podría venir porque el gobierno se estancó en los dogmas energéticos de los años setenta y no supo gestionar un sector energético.

Dejar el manejo de Pemex y la CFE en manos de ineptos y gestionarlas con dogmas del pasado resultará explosivo para las finanzas del país.

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