Marco Gonsen

Memoria Flash

Marco Gonsen

20 Jun, 2018

Desinhibición

El sexting pareciera un fenómeno relativamente nuevo, pero en realidad viene generando preocupación desde hace una década.

Del 25 de septiembre al 3 de octubre de 2008, The National Campaign to Prevent Teen and Unplanned Pregnancy y el sitio CosmoGirl.com aplicaron una encuesta en Estados Unidos para explorar las conductas sexuales de adolescentes (personas entre 13 y 19 años de edad) y adultos jóvenes (de entre 20 y 26 años) en plataformas electrónicas.

“Enviar y postear fotos o videos de desnudos y semidesnudos comienza a temprana edad, y llega a ser más frecuente conforme los adolescentes se convierten en adultos jóvenes”, revela en una de sus conclusiones el sondeo, titulado Sex and Tech, que asegura ser el primero de su tipo en intentar cuantificar estas prácticas.

Aunque podría sonar obvio hoy, recordemos que en 2008 Facebook tenía apenas cuatro años de existencia y Twitter dos, y faltaban todavía tres años para que surgiera Snapchat. El iPhone cumplía un año en el mercado y el resto de smartphones de la época –Blackberry, sobre todo– era utilizado más bien para trabajo o negocios.

Esto significa que los celulares convencionales y las computadoras fueron los instrumentos con los que comenzó a cultivarse una conducta sin precedentes, que no requería de redes sociales ni de aplicaciones. De hecho, así lo sugiere la portada de Sex and Tech, ilustrada con el dibujo de un viejo modelo de teléfono con teclado físico y tapa, en cuya pantalla se ve la silueta de una mujer.

Entre los resultados destaca que 33% de los jóvenes adultos consultados admitió haber enviado fotos de sí mismos desnudos o semidesnudos, siendo 36% la proporción entre mujeres y de 31% la de hombres. Entre adolescentes, la conducta mayoritaria era el envío de mensajes sexuales sugestivos vía chat, SMS o correo electrónico: los transmitían entonces 39% de adolescentes, mientras que 48% de ellos admitía haberlos recibido.

Aunque una amplia mayoría (cerca de 70%) aseguraba que el destinatario de esos mensajes era su novio o novia, entre 15 y 20% de la población encuestada admitió ese tipo de intercambios eróticos con personas a las que sólo conocían virtualmente, por medio de internet.

(Por cierto, dato curioso, la encuesta referida nunca emplea el término “sexting”, aun cuando éste ya existía. El que sí lo utilizó fue el Pew Research Center en el título de un sondeo propio aplicado también entre adolescentes y publicado en diciembre de 2009).

Sex and Tech fue pionero también en advertir los riesgos de estas prácticas –entre ellos, la posibilidad de que mensajes intencionalmente privados se vuelvan públicos– y en sugerir a los jóvenes no cambiar su personalidad por el solo hecho de estar en el ciberespacio.

Y es que estamos ante un tipo de comportamiento completamente nuevo, que no existía antes de que se inventara internet y que puede ser explicado a la luz del llamado Síndrome de Desinhibición en Línea. Así lo exponen Michel Walrave, Joris Van Ouytsel, Koen Punnet y Jeff R. Temple, especialistas de la Universidad de Amberes, Bélgica, en el libro Sexting: Motives and risk in online sexual self-presentation (Palgrave Studies in Cyberpsychology, Macmillan), publicado apenas en marzo pasado.

Los autores retoman el concepto originalmente acuñado en 2004 por el profesor John Suler en el sentido de que existe una desinhibición benigna, que en el caso del envío de mensajes sexuales ayuda a personas tímidas a expresar interés romántico por otra persona, superando los temores que le provocaría la interacción directa. Sería una especie de Celestina digital que ayuda a los introvertidos, literalmente, a abrirse en cuerpo y alma.

Pero existe también la desinhibición tóxica, en la que el mensaje puede dar pie a malinterpretaciones e incluso incitar al acoso y al ciberbullying. Un caso ilustrativo lo atestiguamos los mexicanos la semana pasada: en las redes se filtró un video de sexting de un conocido comentarista deportivo –que no es precisamente un adolescente o un adulto joven– que desató una ola de ataques no a éste, sino contra su esposa. Twitter se vio obligado a retirar un trending topic alimentado por centenares de tuiteros que desplegaron un incontenible hostigamiento contra una persona a la que no conocían personalmente, parapetados en el anonimato.

El episodio amerita otra investigación cuyo objeto de estudio debiera llamarse Síndrome de Desinhibición de la Patanería.   

                                -marco.gonsen@gimm.com.mx

 

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