Marco Gonsen

Memoria Flash

Marco Gonsen

1 Ago, 2018

El esquimal

Los años ochenta. El cambio climático aún no ha tenido efecto. Un hombre llamado Frostbite Bailey siente frío y necesita construir un iglú. Un hogar-dulce-hogar edificado con los bloques de hielo más resistentes de Alaska. Para obtenerlos, brincará a través de un río helado, arriesgando su vida. Y es que la Madre Naturaleza tiene otro plan para él: enfrentarlo a almejas asesinas, gansos de nieve, cangrejos reales y osos polares y grizzlies, en medio de una baja progresiva en la temperatura que amenaza con convertirlo en paleta.

Palabras más, palabras menos, esta es la sinopsis del videojuego Frostbite incluida en el libro The Unauthorized Atari 2600 Activision Companion. Collector’s Edition (Amazon Kindle, 2018), de Michael D. Salzman, coleccionista de títulos retro que trabajó durante 14 años como proveedor de servicios al cliente de PlayStation.

Cuesta trabajo pensar que un concepto tan complejo pudiera ser desarrollado con las limitaciones de hardware de la consola Atari 2600. Pero estaba visto que la palabra “limitación” no existía para los programadores de Activision, en particular para Steve Cartwright, creador de otros éxitos de esa marca como Seaquest y Megamania.

En una entrevista publicada en el número 160 de la revista británica Retro Gamer  (octubre, 2016), Cartwright confiesa que su idea inicial era mucho más calurosa, con saltos sobre rocas a través de un flujo de lava. Optó por el mucho más práctico contraste de azul y blanco del paisaje ártico y en cuatro meses creó un juego de saltos inspirado en el clásico Frogger, pero al que se le suele comparar con Q*Bert.

Frostbite innovó con su estilo gráfico minimalista, pero su principal aportación técnica fue lograr que la sensibilidad de los controles se incrementara conforme se aceleraba la velocidad del juego, un efecto nunca antes experimentado en la entonces rudimentaria consola. Como bien describe Cartwright, llegaba el momento en el que el jugador actuaba por instinto, a un ritmo que estaba más allá de la capacidad de procesar con sus ojos lo que estaba sucediendo.

Tal proeza no tuvo el éxito que mereció pese a su popularidad inicial: Cartwright lamentó que Frostbite fuera lanzado en agosto de 1983, justo cuando colapsó Atari y toda la industria alrededor de esa marca. En este mes que cumple 35 años, no quise recordarlo sólo por sus prodigios técnicos. También hay un motivo personal: es el único videojuego en el que puedo realmente llamarme un experto.

Lo conocí siendo estudiante de secundaria, en adaptación para máquina tragamonedas. Desde muy pronto lo dominé y estiré lo más que pude cada partida, obligando a dueños de los negocios a desconectar el aparato cuando consideraban que ya había desquitado los diez pesos que costaba la ficha.

Una vez que tuve mi propia consola, adquirí el cartucho en la única forma posible en esa época: de contrabando, en pleno centro de Tepito, eso sí, con su caja original. Años después llegó a los supermercados una edición legal de Atari que incluyó ese juego con título en español: El Esquimal.

Desde entonces, he coleccionado Frostbite en casi todas las recopilaciones de los clásicos de Activision editados para consolas, computadoras y dispositivos móviles. También aparece en la nueva Atari Flashback 8 Gold con una versión que incrementa la dificultad al hacer que se derritan los témpanos sobre los que salta Bailey, una variante muy ad hoc con la era del calentamiento global. Pero mi mejor desempeño aún ocurre en la vieja 2600, en la que he logrado una puntuación superior a la del récord mundial registrado oficialmente.

No es broma. En mayo de 2017, compré en Mercado Libre un ejemplar de Frostbite en un empaque que nunca había sido abierto. En su estreno conseguí 404 mil 270 puntos. Quise compartir esa hazaña con Steve Cartwright y le envié una fotografía de mi resultado a su buzón de LinkedIn. Al día siguiente me respondió con dos breves líneas: “Suena como un gran descubrimiento. Me alegra que lo estés disfrutando”.

La marca que establecí ese día supera con mucho los 334 mil 880 puntos logrados el 15 de julio de 2003 por Keith Post, poseedor del récord mundial reconocido por la rigurosa organización Twin Galaxies. Para estar oficialmente entre los plusmarquistas, debo volver a superar ese puntaje y registrar todo mi desempeño en video para su correcta verificación. Espero que el día que lo logre no se me congele la imagen.

marco.gonsen@gimm.com.mx

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