Marco Gonsen

Memoria Flash

Marco Gonsen

15 Ago, 2018

InfoWars

El problema de la libertad de expresión es que, teóricamente, todo mundo tiene derecho a ejercerla. Tanto los “buenos” como los “malos”, incluidos aquellos acusados de promover el odio, la mentira o la división. No debiera haber problema porque, al final, será la inteligencia de las audiencias la que determine a quién le asiste la razón. Y, por fortuna, los “buenos” siempre ganan.

Pero, si por alguna rara razón no ocurriera así, para eso están Facebook, YouTube, Spotify, Pinterest y Vimeo. Todas estas plataformas tienen en común haber expulsado en las semanas recientes al locutor Alex Jones y su sitio InfoWars, que indiscutiblemente pertenecen al bando de los “malos”.

Ubicado en el ala ideológica de la extrema derecha, Jones es muy famoso en Estados Unidos por sostener teorías de la conspiración y noticias falsas que, pese a su elocuencia, no resisten una mínima verificación. Sobran ejemplos, pero basta decir que, según él, los atentados del 11/S fueron orquestados por el propio gobierno de George W. Bush y la matanza en la escuela Sandy Hook en 2012 es una historia inventada para justificar el control de armas.

Visto así, nada habría de criticable en la decisión tomada por las compañías de internet que borraron perfiles, canales y cualquier vehículo de diseminación de los contenidos de Jones por violar sus términos y condiciones, al promover un discurso de calumnia, odio, discriminación y hostigamiento.

El problema es que esos gigantes de Silicon Valley actúan como si apenas se acabaran de dar cuenta quién es Alex Jones. InfoWars publica sus barbaridades desde hace 19 años, amparándose en la Primera Enmienda de la Constitución estadunidense. La empresa matriz de ese portal se llama Free Speech Systems y para “combatir a los opresores y salvar internet” cuenta con una tienda en línea –también con la marca InfoWars– que vende unos extraños suplementos dietéticos en cápsulas y gotas que ofrecen supuestos beneficios metabólicos: uno de ellos garantiza la apariencia de un auténtico “macho alfa”.

Una nota publicada en InfoWars el 30 de noviembre de 1999 retrata de cuerpo entero a su fundador. Desde su título se cuenta que Jones fue despedido de su programa en la emisora KJFK en Austin, Texas, tras “rehusarse a ser censurado”. Se queja de que salió del aire pese a su popularidad, que atrajo la atención de medios de cobertura nacional como el USA Today y The Wall Street Journal.

Según la nota, se le pidió que dejara de promover la reconstrucción de la iglesia davidiana en Waco, sede de una tragedia en 1993 sobre la cual tejió otra célebre teoría conspirativa que culpaba al gobierno de Bill Clinton. El locutor no sólo se rehusó a callar, sino que mantuvo el formato y la “integridad” de su programa y presentó “hechos documentados y su análisis”.

En los últimos párrafos se aclara que el programa seguiría retransmitiéndose por varias estaciones de AM y FM en todo el país y en InfoWars, y concluye con una declaración de Jones dedicada a los dueños de la KJFK: “Cuando era un téorico de la conspiración, (para ellos) yo era sólo una forma de conseguir oyentes y anunciantes; pero cuando todo lo que he estado diciendo durante casi cuatro años se ha convertido en realidad, esto es serio y peligroso”.

Como se ve, Jones lleva casi dos décadas de practicar la victimización y las grandes tecnológicas le han dotado de más combustible. Bueno, no tanto. Apple y Google eliminaron a InfoWars de sus podcasts y de YouTube, respectivamente, pero mantienen disponible su aplicación móvil (Jones pide que la descarguen “antes de que la policía del pensamiento censure InfoWars para siempre”). Y también sigue en Twitter gracias a que ésta aún no considera que viole sus políticas.

El caso abre un interesante debate sobre si las redes sociales, aun siendo empresas privadas, son un “espacio público” en el que la libre expresión debe protegerse a como dé lugar. Incluso, cuando los monopolios globales de la audiencia digital están dispuestos a sacrificar el tráfico y la monetización que les proveen personajes como Jones, a cambio de mantener su reputación liberal a salvo.

Paul Joseph Watson, editor en jefe de InfoWars, tuiteó que el silenciamiento ordenado por las tecnológicas únicamente pretende beneficiar electoralmente a los demócratas: “Es una censura política, una guerra cultural”. Ojalá fuera así. Me temo que sólo es de relaciones públicas.

marco.gonsen@gimm.com.mx

 

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