Marco Gonsen

Memoria Flash

Marco Gonsen

29 Ago, 2018

Lisa

En una de las primeras escenas de la película Steve Jobs (Danny Boyle, 2015), el personaje principal, interpretado por Michael Fassbender, recibe la visita de su exnovia, Chrisann Brennan, y de la hija de ambos, Lisa, previo a la presentación de la computadora Macintosh de 1984. Ambas esperan en un pasillo la oportunidad de abordar a quien ya era conocido como excéntrica celebridad.

Temeroso de que le pueda armar un escándalo ante los cientos de periodistas convocados a la conferencia, Jobs acepta platicar con Brennan, quien entra al camerino acompañado de la niña. Para que la pareja puedar charlar en privado, Joanna Hoffman, jefa de mercadotecnia de Apple (personificada por Kate Winslet) se lleva a Lisa, quién le dice mientras se retiran: “Mi papá le puso mi nombre a una computadora”.

Jobs reacciona contrariado y exclama: “No soy tu...”. Evita concluir la frase e inicia otra: “¿Sabes lo que es una coincidencia? Lisa son las siglas de Local Integrated Systems Architecture: L-I-S-A. Es una coincidencia”.

La escena es ficticia, pero el diálogo suena escalofriantemente real, sobre todo porque la parte sustantiva –la negativa de Jobs a relacionar el nombre de uno de sus primeros productos con el de su hija, cuya paternidad también negó durante un tiempo– dará mucho de qué hablar la próxima semana.

El próximo martes 4 de septiembre saldrá a la venta en Estados Unidos el libro autobiográfico Small Fry de Lisa Brennan-Jobs (Grove Press, Nueva York, 2018), el retrato crudo de uno de los pasajes más oscuros en la vida del fundador de la primera empresa estadunidense que supera el billón de dólares de capitalización. Por ahora, es posible descargar en la tienda estadunidense de iBooks los primeros fragmentos, entre ellos el capítulo “Hippies”.

Precisamente uno de esos extractos comenzó a provocar morbo desde principios de este mes, cuando se publicó en la revista Vanity Fair. Inicia con la confesión de que, tres meses antes de que Jobs muriera, Lisa comenzó a robar pequeños objetos de la casa de su padre: pasta de dientes, maquillaje de rubor, esmalte de uñas.

Según su relato, durante el año anterior lo visitaba un fin de semana cada dos meses, más o menos. Había renunciado a la posibilidad de una gran reconciliación, como las que se ven en las películas, pero siguió yendo de todas formas. Antes de despedirse de una de esas visitas, entró al baño, que no tenía precisamente un buen olor. Abrazó a su papá, que con mucha dificultad pudo ponerse de pie. Le prometió volver pronto, y por toda respuesta, él le dijo: “Hueles a inodoro”.

Small Fry no es el primer libro que narra la tormentosa y contradictoria relación entre el empresario y su primogénita, a quien tampoco quiso apoyar económicamente. Las biografías de Jobs narran ese pasaje sin edulcorarlo, y no hay modo en el que salga bien librado. Incluso, hace cinco años, la propia Chrisann Brennan publicó otra autobiografía, The Bite in the Apple: A Memoir of My Life with Steve Jobs (St. Martin Press, Nueva York, 2013) que, sin negar la admiración por el innovador, tampoco oculta los momentos en los que fue víctima de su crueldad.

Pero ninguno de esos relatos tiene el potencial explosivo de la obra de Lisa Brennan-Jobs. No sólo porque, como anticipan algunas reseñas, abunda en detalles de cuán mezquino pudo llegar a ser su padre. Sino porque, como sugieren varias notas previas, el nuevo libro será leído en el contexto de las denuncias desencadenadas el año pasado por el movimiento #MeToo. Al igual que como ha ocurrido con otras celebridades, es probable que la trayectoria de Jobs quede eclipsada por las acusaciones de maltrato y misoginia derivadas de su convulsa vida familiar.

A una semana de su aparición, Small Fry está destinado a seguir levantando controversia. Por lo pronto, la segunda esposa de Steve, Laurene Powell Jobs, los hijos de ambos, y la hermana biológica de Jobs, la escritora Mona Simspon, ya enviaron un comunicado a The New York Times para expresar la tristeza que les provocó la lectura del libro, quejándose de que el retrato de Steve no fue el del esposo y padre que conocieron.

Tampoco se parecerá a la relación imaginada por Aaron Sorkin en el guión que escribió para la cinta de Boyle, en cuya escena final –también ficticia– Jobs reconoce frente a su hija que la computadora Lisa sí se llamaba así por ella. Tampoco ahí hubo reconciliación de película.

 

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