Marco Gonsen

Memoria Flash

Marco Gonsen

12 Sep, 2018

Microchip

En la década de los 40 del siglo pasado vivía en Kansas un joven llamado Jack Kilby, gran aficionado a la radiodifusión de ese entonces. En especial disfrutaba escuchar la música de las Grandes Bandas, con exponentes como Glenn Miller o Benny Goodman. Pero también hubo una historia familiar que alimentó la que sería su vocación de vida.

Jack era hijo de un hombre que poseía una pequeña compañía de electricidad y, mientras cursaba el bachillerato, una tormenta de hielo derribó la mayoría de postes que sostenían los cables telefónicos y de luz. Su papá trabajó con radioaficionados para contactar a los clientes de las zonas incomunicadas y sin energía, tanto para salvar su negocio como para brindarles auxilio en aquella emergencia.

A partir de esas experiencias, Kilby decidió estudiar ingeniería eléctrica en la Universidad de Illinois, donde, además de esa especialidad, tomó algunas clases de física e ingeniería aplicada a tubos de vacío.

Esta materia parecía quedar obsoleta justo en el año de su graduación, 1947, el mismo en el que los famosos laboratorios Bell anunciaron la invención del transistor, un componente electrónico que transformaría varias industrias, entre ellas la de los aparatos receptores de radio, que dejaron de ser “de bulbos”.

Al concluir la carrera, Kilby entró a trabajar con un fabricante de piezas para radios, televisores y audífonos en Wisconsin, en cuya universidad, al mismo tiempo, estudió una maestría. Ya casado, en 1958 se mudó a Dallas, Texas, donde fue contratado por la compañía Texas Instruments. En ese lugar, y en ese año, Kilby logró la que sería su principal aportación al mundo, por la cual ganó el Nobel de Física en 2000.

La historia hasta aquí narrada está tomada justo de la semblanza autobiográfica que el propio Kilby elaboró a petición del comité que otorga los premios, y que está disponible en la página www.nobelprize.org. En ese texto confiesa que se enteró de su galardón una mañana muy temprano, mientras tomaba su taza de café, de manera completamente inesperada.

Y es que el Nobel, como él mismo apunta, suele reconocer la investigación básica y no a la ciencia con aplicación práctica en la vida cotidiana, como la que él transformó gracias al circuito integrado –también conocido como microchip–, inventado hace exactamente seis décadas.

La propia Texas Instruments recuerda aquella gesta en el artículo “El chip que Jack construyó”, publicado en su página oficial.

Transcurría el mes de julio de 1958 y la mayor parte de los ingenieros de esa firma estaban de vacaciones. Como empleado de nuevo ingreso, Kilby no gozaba aún de esa prestación y debió hacer guardia. Aprovechó aquel verano para resolver un problema que no se había arreglado aún con la invención de los transistores. Estos pequeños dispositivos superaron con mucho a los tubos de vacío, que eran grandes, estorbosos, frágiles, devoradores de energía y propensos al calentamiento. Pero la fabricación de transistores aún requería soldar a mano miles de componentes, lo que llevaba demasiado tiempo y resultaba muy costoso. 

Kilby trabajó en una alternativa que permitiera fabricar componentes que estuvieran elaborados con un solo material e interconectados para formar un circuito completo en una sola placa. Tras algunas semanas de esbozar sus ideas en el papel, se declaró listo para llevar a cabo una demostración frente a los ejecutivos de Texas Instruments, la cual se llevó a cabo el 12 de septiembre de 1958.

Ahí puso a prueba un diminuto dispositivo construido sobre una pieza de material semiconductor. Se trataba de una pastilla de germanio con cables salientes pegados a una hojita de cristal y conectada a un osciloscopio. Al presionar el interruptor pudo verse una curva ondulatoria, señal inequívoca de que su idea había funcionado.

Justo hoy se cumplen 60 años de que nació la era de la electrónica moderna, a la que el mismo Kilby contribuyó después, al encabezar el equipo que inventó la calculadora de mano. Pero, como bien apunta el homenaje de Texas Instruments, su minúsculo invento significa un gigante legado que trasciende mucho más allá de la computación y que sigue transformando al mundo entero.

Simplemente, gracias a su magia, miles de estaciones de radio del mundo pueden sintonizarse en pequeños dispositivos que caben en el bolsillo del pantalón. Con todo y la música de Grandes Bandas.                

                                                                marco.gonsen@gimm.com.mx

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